¿Ley y Justicia son lo mismo?

 

 Si la Justicia es un concepto Universal y las leyes intentan administrarla, me pregunto por qué es delito tener una botella de vino o vender embutidos en Irán, fumar un porro en Austria o Francia y no lo es en España, Holanda o en Italia.

 Las drogas son sustancias, en su mayoría, que se catalogan como peligrosas para la salud, pero también hay conductas que lo son (el juego, el boxeo, determinadas formas de conducir vehículos) y que su abuso o reiteración provoca problemas personales, familiares, laborales, sociales; pero unas, bien sustancias, bien conductas, son delictivas y otras no dependiendo del tiempo y del lugar. ¿A qué obedece esa arbitrariedad?; ¿ser un traficante de hachís, L.S.D, éxtasis, cocaína o heroína,… es ser un delincuente?, ¿un peligro para la sociedad?; ¿lo es ser dueño o trabajar en un bar?, ¿ser el propietario de un casino?, ¿trabajar en un concesionario de coches hiperveloces?, ¿una armería?.

 Opino y como yo mucha gente, que el problema radica en el abuso de dichas sustancias y conductas, eso, bajo mi punto de vista, es lo que trae consigo los grandes perjuicios que todos conocemos:

 Un ludópata arruina a su familia, no el que va a jugar dos veces al mes al casino; un alcohólico desintegra su hígado y su cerebro, hace mal su trabajo el que está borracho, colocado o como queramos llamarlo, no cuando se toma un par de cañas en el aperitivo o se emborracha en una fiesta que es el momento y el lugar para ello; un cocainómano altera su sistema nervioso, con lo que trae consigo y destruye su economía, no el que se mete cuatro rayas el día de Noche Vieja o en otra fiesta; un yonqui, un porrero…

 Perdónenme esta pedantería, pero un médico griego o romano, no sé si Hipócrates o Galeno, dijo, hace ya más de un par de años, que "no hay veneno sino dosis" y yo añadiría los conceptos de momento y situación. De forma que, resumiendo, opino que las variables que desencadenan los efectos negativos de una sustancia o conducta, son la cantidad, el momento y la periodicidad.

 Siguiendo esta línea, se me ocurre que, una de dos: o hay que prohibirlo todo, o legalizarlo todo. Prohibirlo todo traería consigo el mercado negro, las mafias y la marginalidad de los usuarios, pues son sustancias que demanda la sociedad. Legalizarlo todo exige investigación, información veraz y educación.

 El caso que nos ocupa, la salud pública, o mejor dicho, la falta de salud pública, se nos dice que es uno de los grandes problemas de la actualidad y que incide sobremanera en la juventud. Eduquemos a lo jóvenes, coño, informémosles sobre la realidad, los efectos que produce su utilización, las consecuencias de su abuso, que es lo que ocurre en su organismo y en su entorno cuando uno se pasa de la raya. Alcohol, tabaco, sustancias ilegales (ahora), conductas potencialmente peligrosas,…¿son temas que preocupan? Pues llevémoslos a las escuelas de forma seria, legalicémoslo todo para que desaparezcan las mafias y la marginalidad de los consumidores o prohibámoslo todo, pues sí no, surge la sospecha: ¿por qué ahora y antes no?, ¿que hay detrás de todo esto?

 Asumiendo el estado actual de las cosas, es decir, la dureza con que el nuevo código penal castiga los delitos relacionados contra la salud pública, quiero exponer que me parece una exageración le pena de tres a nueve años de prisión por la posesión de cualquier droga, catalogada como dura, presumiendo por indicios arbitrarios y subjetivos, como puede ser la opinión de un policía, su destino al tráfico, un tráfico no consumado y por lo tanto un delito frustrado.

 Me parece una auténtica pasada el que una persona pueda ser condenada a nueve años de prisión por vender cuatro papelinas en la calle para quitarse el mono o pagar la renta de su casa; que a una persona por transportar 121 gramos de cocaína, quizás llevado por su precariedad, le puedan caer trece años y medio, lo mismo que a un "narco" que distribuye diez toneladas para hacerse un castillo en su isla privada.

 Cualquiera puede ver una desproporción increíble. Creo que no es de locos abogar por un margen más amplio, bajando el mínimo a cumplir y teniendo más en cuenta las circunstancias del individuo.

 Así mismo, quiero observar que no me parece nada descabellado apuntar la posibilidad de poder pagar a la sociedad el "potencial mal" que has hecho con el trabajo destinado a paliar las consecuencias que has contribuido a producir, tener la posibilidad de poder elegir entre la reclusión en prisión, inmejorable congreso donde establecer contactos para futuros negocio, o bien aportar tu esfuerzo, capacidad y conocimiento para la construcción de infraestructuras, puesta en marcha y ejecución de proyectos de rehabilitación para los que han sufrido las consecuencias de su propia conducta. Me parece una medida más coherente que quitarle a uno, temporalmente, de la circulación, pues en muchos casos se consiguen los efectos contrarios a los perseguidos.

VIVE Y DEJA VIVIR

Hector de la Vega